Belén, el lugar donde, según la tradición cristiana, nació Jesús en un humilde pesebre, vive otra Navidad marcada por el conflicto. Con una ocupación hotelera de apenas el 3% y una economía local paralizada, los ecos de los villancicos y el espíritu festivo han sido reemplazados por el silencio y la tristeza.
El conflicto armado entre Israel y Palestina ha hundido a Belén en una profunda crisis económica. Las calles que en años pasados estaban llenas de peregrinos hoy lucen vacías, mientras que negocios como el de Ramzi Sabella apenas sobreviven. La plaza de la Natividad, tradicionalmente decorada y animada en estas fechas, carece incluso de un árbol navideño.
La violencia ha golpeado a la población, causando la emigración de cientos de familias y dejando a quienes permanecen con pocas esperanzas. “Este año rezamos en silencio”, dice el sacerdote Issa Musleh, quien también aprovechó para condenar los ataques en Gaza, donde los números de muertos se cuentan en miles.
El mensaje de esta Navidad en Belén es claro: un llamado urgente a la paz, a recordar que este lugar sagrado simboliza un mensaje de reconciliación que el mundo necesita más que nunca.