Los cárteles de Sinaloa, principal productor de fentanilo, están utilizando a personas indigentes y animales como conejos y gallinas para probar la potencia de sus fórmulas. Ofrecen dinero a las personas sin hogar para inyectarse dosis de prueba y evalúan las reacciones para ajustar la mezcla.
Ante las restricciones internacionales para obtener precursores químicos, los cárteles han recurrido a la experimentación improvisada. Mezclan el fentanilo con sedantes para animales como xilacina o anestésicos de uso médico para “potencializar” el producto y maximizar las ganancias. El resultado son fórmulas inestables y altamente letales.
Los cocineros y trabajadores del narcotráfico enfrentan condiciones de trabajo brutales. Muchos son expuestos a sustancias tóxicas, castigados violentamente por errores o forzados a seguir trabajando pese a los riesgos de muerte o adicción.
Pese a las muertes que provoca el fentanilo adulterado, algunos consumidores estadounidenses buscan específicamente lotes más potentes, asociándolos con mayor calidad, lo que refuerza el negocio mortal del narcotráfico.
Este informe ilustra cómo la desesperación por mantener la producción de fentanilo ha llevado a una “ciencia de la muerte”, donde la vida de personas y animales queda relegada ante la maquinaria del narcotráfico. Además, muestra la urgente necesidad de estrategias internacionales para contener esta crisis que afecta a ambos lados de la frontera.